CASA CARIBE

El diseño arquitectónico de esta casa de vacaciones en el Caribe costarricense nace a partir de una solicitud muy clara por parte del cliente: crear un refugio que no fuera simplemente una estructura, sino una invitación a habitar la calma. Desde el primer trazo, se definió una intención profunda: conectar al visitante con la esencia más pura del trópico.
La zona social se ubica en el corazón del proyecto: un espacio integrado de sala y cocina con doble altura, que amplifica la sensación de amplitud, frescura y apertura. Este ambiente se extiende hacia el exterior a través de una puerta plegable que se abre por completo a una terraza con vista a una pequeña piscina, ideal para refrescarse frente al calor caribeño. La transición entre interior y exterior es fluida y natural, haciendo de este espacio un lugar perfecto para compartir, relajarse y disfrutar del entorno.
La vivienda, de un solo nivel, cuenta con tres habitaciones. La habitación principal dispone de baño privado y una puerta corrediza que se abre directamente al jardín, permitiendo una conexión íntima con la naturaleza. Las otras dos habitaciones, pensadas para visitas o familia, comparten un baño diseñado con especial atención a la iluminación y la ventilación natural.
Cada rincón de la casa fue diseñado para permitir que la luz natural fluya libremente a través de los espacios. Las amplias aperturas no solo ventilan el espacio: lo hacen respirar. Se utilizaron techos altos y estrategias de ventilación cruzada para generar frescura y confort en el clima cálido y húmedo del Caribe, sin depender exclusivamente de sistemas artificiales.
El diseño de cada ambiente se siente ligero y etéreo, como suspendido entre el cielo y la vegetación. No se trata solo de un lugar para habitar, sino para experimentar: para sentir el entorno desde adentro, sin barreras ni excesos.
La propuesta arquitectónica busca que los materiales y las formas evoquen lo natural sin caer en lo rústico. Cada decisión responde a un equilibrio sutil entre comodidad, estética y pertenencia al lugar. La casa no impone, se adapta. No compite con la naturaleza, la celebra.
Más que un refugio, esta vivienda es una experiencia sensorial constante: una pausa íntima, luminosa y serena en medio de la vida.



